Miro el burbujeante vaso de refresco que tengo delante y a mi cabeza viene la famosa frase, “la chispa de la vida”. Inmediatamente la asocio con los famosos anuncios publicitarios que salen en televisión en los que, grupos de gente, de distintas etnias, razas y religión, en una perfecta armonía, sonríen llenos de felicidad. Sin embargo, hoy levanto la vista y tengo ante mí otras imágenes. Las que están saliendo en todas las cadenas de la televisión. En todas ellas presentadores, colaboradores, el experto en algo, el presidente de turno, el ministro de…,hablan circunspectos y compungidos, para relatarnos,hasta el agotamiento,la última barbarie.
Doy un sorbo; suspiro resignada y pienso…,¿la última de cuántas?
¿Qué diferencia hay entre las masacres de Bruselas, París, Londres, Madrid o Nueva York?, ¿tal vez son distintas de las de Túnez, Turquía, Níger, Malí o Siria? ¿Acaso importan más los muertos de “aquí” que de los de “allá”?, ¿acaso es más dolorosa la pérdida de un hijo para una madre o un padre belga, español, inglés, francés o norteamericano, que para una madre o un padre de todos los demás países?, ¿de alguna manera, son diferentes? Por desgracia, en apariencia sí. Lo cierto es que, honradamente creo que nos importan más bien poco, salvo cuando nos pasa a nosotros.
Sigo mirando el televisor. Policías, sanitarios, militares y bomberos corriendo de un lado a otro en medio de un caos de luces parpadeantesy múltiples sonidos de sirenas. Gente que también corre, sin saber bien hacia donde, o que deambula,entre confusa e incrédula, por ser el protagonista de semejante situación. Cientos de historias de héroes anónimos que se entremezclan con declaraciones rimbombantes y frases que, por repetitivas, suenan cursis.
Vuelvo a suspirar con un cierto hartazgo; igual que antes, sé lo que viene después. Reuniones de emergencia, cumbres, más reuniones, más cumbres, proyectos, promesas de nuevos proyectos, promesas de nuevas reuniones, promesas de nuevas cumbres. En resumen, promesas, promesas y más promesas, cada una con su nombre correspondiente o con las iniciales pertinentes pero todas con el mismo resultado: ninguno.
Lo triste es que sabemos lo que se tiene que hacer. Lo peor es que, quien tiene el poder,la representatividad y la legitimidad para hacerlo, no se atreve. Demasiados intereses ocultos, demasiados conflictos enmascarados pesan e importan más que tanta sangre derramada por la muerte de miles de personas, que el dolor de tantos padres y madres y que el peso de tantas lágrimas vertidas.
Estos días todos hemos recordado el accidente del Yak-42 donde perdían la vida 75 personas, y a todos se nos ha pasado por la cabeza esta reflexión “otra catástrofe que se podía haber evitado”, a todos, menos a Federico Trillo que en lugar de salir y perdón comparece para despedirse como un brillante embajador haciendo gala de sus éxitos. El ego de algunas personas parece no tener límites.
Bebo otro sorbo de mi refresco, y a mi cabeza vuelve la famosa frase “la chispa de la vida”. No puedo evitar esbozar una sonrisa amarga. Para muchas personas, demasiadas, la chispa de su vida se ha apagado. Lo peor, es que seguramente por los mismos motivos, se apagará la de muchas más.
Un minuto de silencio. Guardaremos un minuto de silencio por estas víctimas. Lo cierto es que, ni cien años de silencio serían suficientes por permitir tanta barbarie.
María Vilas, Coordinadora Ciudadanos (C’s) Santiago de Compostela